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Coreografías de la Fuerza

Miguel Braceli, arquitecto y artista, ha desarrollado un cuerpo de trabajo que busca reflexionar, pensar y repensar el espacio público; resignificarlo a partir de intervenciones de naturaleza colectiva registradas y documentadas a través de la fotografía y el video. Una lectura de sus prácticas artísticas supone la revisión de dos aspectos que confluyen en el concepto que sostiene la obra: uno se articula con la acción misma, con la concepción de la intervención que se propone ejecutar el artista y que convoca, para accionarse, a una colectividad que dotará de sentido la acción. Otra dimensión del trabajo requiere del registro, exige documentar la experiencia y para ello el artista se vale de los lenguajes del arte. Este aspecto de la intervención -la formalización de la experiencia, del concepto- tiene una importancia medular para Braceli, siendo la bitácora de sus motivaciones. Visto así, se trata entonces de la elaboración de un cuerpo de trabajo a partir del registro sostenido de cada una de las intervenciones que concibe el artista. Pero la pregunta fundamental que se desprende de tal afirmación se vincula con la naturaleza misma que define el concepto de intervención y en este caso, de intervención colectiva en el espacio público, en el espacio urbano, en el lugar del paisaje.

Para hablar de la obra de Miguel Braceli que hoy nos convoca, se nos impone, entonces, preguntarnos por el espacio público y su vínculo con lo arquitectónico. Pero también debemos interrogarnos sobre los nexos de ese espacio con lo simbólico. Es decir, tendremos que pensar el espacio en función de la delimitación del mismo por la arquitectura para así revisar las dimensiones que asume ese topos tanto simbólica como idiológicamente en el cuerpo colectivo, en los ciudadanos, en todo aquel que forma parte de la coreografía de Área, Traslaciones y Ficcionados. Por otro lado, estas intervenciones que teje el creador configuran, además, el espacio del arte, el espacio de la obra. La intervención misma es cuerpo del arte. El espacio en Braceli, o más bien, la ocupación del espacio para Braceli se concibe a partir de tres elementos: unas delimitantes físicas que las marca la arquitectura, una dimensión de sentido que se articula con la intención misma de la intervención y finalmente, unos intereses formales inherentes al arte mismo que se formalizarán tanto en la acción in situ que dinamiza el colectivo, como en el documento que registra esa acción. Sin esa triangulación no hay obra: ella existe en tanto hay un guión ejecutado por un colectivo que se formaliza en el espacio y que el artista documenta. Es un todo orgánico, vivo, que da como resultado una poética y una narrativa visual, una acción que redimensiona el espacio urbano y arquitectónico y deja huella en el cuerpo colectivo. Resonancias, inquietudes, revisiones posibles en torno a la dimensión de civilidad, de cooperación, de conciencia pública, de reconocimiento patrimonial. Hacer el espacio urbano espacio colectivo. Tomar conciencia de él. Lugar de encuentro, lugar para ocupar, lugar de convergencia para hacer ciudad, para sentir el espacio. Pero también para construir una narrativa visual. Para hacer memoria de lo efímero, para elaborar un discurso formal y conceptual que de cuenta de las preocupaciones de Braceli.

Hay, también, una dimensión de lo inesperado en los trabajos del artista. Lo imprevisible abre la obra, dota a cada nueva experiencia de misterio. La intervención se hace impredecible. Quizá, en este soplo de azar esté el alma de esa triangulación tan bien orquestada por Braceli. La brisa que sopla y desarregla, el viento que mueve en exceso, la lluvia que le da mayor peso al material que se acciona, la manifestación que obliga a que se establezcan nuevos recorridos, rutas no previstas, planes no programados. Todos esos imprevistos determinan -y cómo- el trabajo de Braceli. Lo inadvertido que aparece, el azar que modifica las intenciones del creador, las contingencias del clima. El hado de la obra se convierte en un hálito que le da nuevos matices a la intervención, que tuerce el guión preestablecido, que modifica el registro formal de la experiencia. Es entonces obra abierta, obra a descubrir, obra a vivir.

Patricia Velasco B.

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